Bahréin: “La cicatriz en mi frente es un doloroso recordatorio de la tortura”
La siguiente entrevista es parte de la iniciativa multimedia Voces por la Dignidad Humana del Consorcio Unidos contra la Tortura (UATC, por sus siglas en inglés). Esta iniciativa celebra el 40º aniversario de la Convención contra la Tortura (1984-2024) amplificando las voces de sobrevivientes, expertos y activistas en contra de la tortura.
El caso de Sayed AlWadaei es una historia de extraordinaria resiliencia. Encarcelado y torturado durante el levantamiento de Bahréin de 2011, emergió de esta experiencia desgarradora como un valiente defensor de los derechos humanos. Despojado de su ciudadanía, AlWadaei ahora trabaja incansablemente para exponer los abusos del régimen bahreiní y luchar por la justicia para aquellos que permanecen sin voz. Esta es la historia de su asombroso viaje de víctima a defensor en el escenario internacional.
¿Por qué se convirtió en activista de los derechos humanos?
En 2011, hubo un levantamiento popular masivo en mi país, Bahréin. La gente exigía más libertad, un poder judicial independiente y más derechos. Protestábamos pacíficamente y fuimos aplastados. Fui encarcelado y torturado. Después de mi liberación, sentí la necesidad de ayudar a los que aún estaban en prisión y de garantizar que los responsables de los abusos rindieran cuentas.
¿A qué presiones se enfrentó como activista de los derechos humanos en Bahréin?
El gobierno de Bahréin me despojó de mi ciudadanía, convirtiéndome en una persona sin patria. Este castigo también afectó a mi familia, especialmente a mi hija, que nació sin patria en el Reino Unido. Y la presión sobre mi familia no se detuvo allí. Después de protestar durante la reunión del rey de Bahréin con la ex primera ministra Theresa May en Londres, mi esposa y mi hijo de 18 meses sufrieron abusos. Mi suegra, mi cuñado y un primo incluso fueron encarcelados por un tiempo debido a mi activismo.
¿Cómo le ha afectado personalmente la tortura?
La tortura deja una marca duradera. Y a veces esta marca es visible. Tengo una cicatriz en la frente del zapato de un oficial de policía. Esta cicatriz es un doloroso recordatorio de la brutalidad a la que me enfrenté. Incluso cuando uno no quiere hablar de tortura, está obligado a hacerlo, porque siempre está ahí. Tuve que explicarle a mi hijo por qué tenía esta cicatriz. Es una conversación muy difícil de afrontar con un hijo.
¿Qué lo motiva a seguir trabajando en este campo tan duro?
A pesar de las dificultades, mi trabajo brinda esperanza, especialmente a los que están tras las rejas. Encuentran consuelo cuando sus casos se plantean a nivel internacional. Este impacto también se extiende a sus familias.
¿Puede compartir una historia que ilustre el impacto de su trabajo?
Hamar Ramadan, un preso condenado a muerte me pidió que difundiera su mensaje por todo el mundo. Como resultado de mi esfuerzo de defensa, su historia fue publicada en el New York Times y el Washington Post. Lewis Hamilton, el campeón de Fórmula Uno, se enteró de su caso a través de esta cobertura y abogó por él. Su intervención le dio esperanza a Hamar y la sensación de que su vida importaba. Este es el poder de la solidaridad internacional.
¿Qué diferencia puede marcar unir fuerzas para erradicar la tortura?
Unir fuerzas es crucial. Cuando documenté mi historia de tortura con la ayuda de la organización internacional de derechos humanos, REDRESS, elevé mi caso a un nivel internacional. Esta atención obligó a Bahréin a abordar el problema públicamente. Los movimientos de solidaridad son vitales para presionar a los gobiernos y apoyar a las víctimas, lo que demuestra que la tortura no es solo un problema local, sino más bien una preocupación global.
¿Cómo puede la Convención contra la Tortura ayudar a abordar la prevalencia de la tortura en Bahréin?
Bahréin ha firmado la Convención, pero no ha ratificado el Protocolo Facultativo [de la Convención contra la Tortura], lo que permitiría un seguimiento independiente. Esta falta de rendición de cuentas permite abusos continuos. Las leyes de Bahréin prohíben claramente la tortura, pero los funcionarios estatales violan repetidamente esa Convención sin rendir cuentas de ningún tipo. Y cuando individuos como yo afirman que han sido torturados, el estado lo niega. Abogar porque Bahréin ratifique el Protocolo Facultativo es crucial para garantizar una adhesión genuina a las normas contra la tortura y proporcionar justicia a los sobrevivientes y sus familias.
La Convención contra la Tortura se adoptó hace 40 años, ¿cómo podemos asegurarnos de que siga siendo relevante hoy?
No basta con que se ratifiquen estas convenciones, necesitamos asegurarnos de que estamos haciendo todo lo que está a nuestro alcance para evitar la tortura. Incluso los países con un sólido historial de derechos humanos deben mantenerse alertas. El movimiento contra la tortura necesita un apoyo continuo para evitar los abusos y garantizar que la tortura sea condenada y combatida a nivel mundial.